miércoles, 27 de mayo de 2015

El Color de La Hormiga


Me puse tonto. Los flagelos siempre terminaban en un día dispar, cosas sin hacer otras inconclusas, nada era de verdad. Estrepitosamente volvió, y eso, dejó ver la verdad, tenía que arreglar lo que faltaba en mi vida, tenía que malgastar lo malo y hacer de alguna forma, bien las cosas, volver a ser quien alguna vez fui, ese ser “responsable” que antes era. Decía sin pensarlo, con una mano en el vaso y otra en la pierna, sentado junto a los demás en ese bar. Allan Collins es mi nombre, y el color de hormiga comenzó a cubrir mi vida, como un manto protector, pero ese tan oscuro, como el fondo de tus negros ojos al mirarme.
Cuando nada pasaba pero mi mente estaba tirada a mi lado, pensando que eras más, y yo  menos, estando a tu lado, precipitado por la abundancia de tu belleza y por la verdadera manifestación de felicidad que mi rostro, no disimulaba al poder pasar unos minutos de mi aburrida semana junto a ti, esos pocos pero largos minutos, contemplándote.
Cuando la noche ya finalizaba, solo tenía en mente volver a casa, mis padres dormían, mi cabeza daba vueltas por una cantidad algo elevada de alcohol consumido, por esa razón tan banal, esa que dicen los demás: “pasar las penas de amor”. Para olvidar que la verdadera razón por la cual podía seguir de pie, era el verte algunos instantes, ya sea en encuentros sin importancia, como en el lugar donde nos veíamos más a menudo, el trabajo.
Volver a casa ya era la parte más fácil de esa noche. Un poco de ese humo psicoactivo para terminar la noche, ese que hace revolotear todo, como si el tiempo volara delante nuestro, pero con algo de dulzor, algo más entretenido, por así decirlo. Era ya espantoso pensar que las cosas terminarían así, solo pensaba en que afuera de aquel pub, a las casi ya 5 de la mañana de un día miércoles, estuvieras tú, parada esperando con un beso entre tus labios la llegada de este hombre, que ni tan príncipe ni tan bestia, podría darte su vida para estar a tu lado, podría jurarte lo que quisieras, por tener ese dulce beso que le das al hombre que revolotea tu mente, y que por sabido de todos, te ha mentido en vida, más veces de las que he tocado el cielo, mirando el verde color de tus ojos entre los demás empleados de esta oficina.
Por fin llegué. Ya era probable que todos supieran de mi llegada en casa, el ruido casi inequívoco  de los pasos, que para mí eran silenciosos, para los demás eran golpes de puertas y ventanas en una noche tan tranquila para ellos, pero que para mí, Allan Collins, fue otra de parranda y desapego de una realidad, de la cual siempre quiero escapar, de la cual solo espero que tú la vuelvas un sueño más, entre los recurrentes que fulminan todo lo que veo, convirtiéndolo siempre en una alejada visión de lo que en verdad es.
Rincón Psicoactivo, ese era el nombre de nuestro encuentro compañeros, dijo uno de los 4, que una vez por semana nos reuníamos para poder visualizar la vida entre nubes y ese color que tanto nos identificaba. Movimiento y descanso, algo de comida y cansancio. Etapas de un rincón adverso a la realidad, pero más creíble que todo eso que nos contaban los demás, más que las noticias y que la universidad en sí.
La resaca se veía venir, pero corta fue y ligero su pasar por mi cabeza. Todo era tan poco normal, al otro día esperaba retos o algún que otro comentario de mis padres, pero ni me despertaban para estudiar o para decir un “buenos días hijo”, ellos no sabían mucho de mi existencia, solo cortas palabras todos los días, mi rostro quizá, les desfiguraba lo que pensaban de mí, pero una corta conversación los hacía recaer en algo que no era, un joven de 21 años, con buenas actitudes y comportamiento “adecuado” para la época que nos correspondió vivir. De vez en cuando más que solo palabras podía conversar con mi madre, pero el tiempo, no sé por qué, nos había alejado, dejando un vació desde el día en el que me ausenté más de un mes y medio de casa.
Todo era así, mi vida no valía tanto la pena, pero sobre todo, le sonreía esperando, quizá, o solo para no tener esa cara de imbécil, esa que los demás tenían al viajar en el metro o al caminar por la calle, mientras no se podían mirar los unos a los otros, porque cada cosa era tomado como un ataque a lo poco que tenían. Por eso siempre sonreía, por sobre las cosas que me pudiesen pasar, la negatividad nunca fue un fuerte aliado, siempre dejado de lado, por su actuar tan malintencionado.
Quizá eso te encantó de mí, solo mi sonrisa, que cuando aparecías en el horizonte de la oficina, era casi imposible disimularla, era mi verdad y todos los notaban, hasta la jefa que días atrás me lo había dicho, sabiendo que en su mirar, solo estaba el futuro que ella veía para nosotros, un futuro ni tan nefasto, pero con altibajos más reales que los del actuar psicoactivo al cual me sometía semana por semana. Todo sería producto de mi sonrisa y una que otra palabra entre líneas. Por que cuando las mujeres conversan entre sí, cosas, muchas cosas salen a la luz y nada queda en el tintero, solo un frasco vacío fácil de llenar con conversaciones de mujer.
Ya lo sabía mi amada, la jefa lo dijo, solo quedaba actuar más, y mantener la sonrisa que terminó por cautivar tu rostro.
Podría entonces mencionar que un día de repente apareciste, así como en mis sueños, quizá por arte de magia o por esas cosas de la vida, llorando de entre la gente que pasaba por fuera del pub que ese fin de semana visité, entonces solo quedó volver la miraba, estaba un poco inyectado de alcohol, como ya era normal en mí, entonces solo mi paré y los demás ni cuenta se dieron, salí más decidido que nunca, era la noche, algo más de personalidad abundaba mis venas, era la oportunidad. Solo salí, escuché un grito desde nuestra mesa, pero lo omití, centrado en otra cosa estaba. Caminé media cuadra tras tus pasos, y te toqué el hombro en señal de saludo, volteaste la mirada, y lo vi, el ojo morado y un rasguño debajo de tu mano, la cual cubría el lado derecho de tu rostro. Exaltado solo atiné a abrazarte, quizá no querías nada más, solo eso y el consuelo de las lágrimas que esa última noche, por él derramarías. Solo pude sostener tu rostro antes de que partieras nuevamente, te seguí sin pensarlo, no te diría nada que ya supieras sobre mi, solo esa noche era para cobijarte y aplacar la tristeza que cubría tu realidad. Como éramos un poco amigos, ofrecí acompañarte a casa, aceptaste con algo de recelo pero logré, por lo que me di cuenta, ahuyentar ese dolor un tiempo, con risas y algunas palabras de halago. Era ya la hora de llegar, me pediste que te acompañara más tiempo, acepté sin pensarlo, vivías sola, detalle que no sabía. Preparé un plato de noche, algo de mis recetas, mientras tu, en el baño tratabas de aminorar el color del golpe que ese hombre, si es que así se puede llamar, te había dejado. Comimos algo. Y me pediste que te cobijara por esta noche entre mis brazos, todo fue como ese sueño del que nunca quería despertar, estabas a mi lado.
Solo estaba ahí, no conciliaba el sueño mirándote entre la penumbra de tu cuarto, con tu cabeza recostada en mi pecho y tus manos envueltas por las mías. El perfecto lugar para declararme, pero dejemos para después algo de emoción, que las cosas por fin estaban resultando, y el color de esa hormiga, más bien se transformó en el aleteo de una mariposa, que por primera vez emprende el vuelo, después de estar una vida como la crisálida que alguna vez fue.
Por sobre las cosas, volar fue el hecho que siempre mantuve en cada aspecto de mi vida. Amigos, mariposas saliendo de crisálidas, tus labios y ese amor que floreció con esa fatídica noche, que se convirtió en un alocado amor.

sábado, 9 de mayo de 2015

culpable

Si, gracias, soy el culpable. Para que más si es mas facil así. Soy el culpable de ser así, de hacer las cosas así y a demás de varias cosas. ¿Quien más que yo? Si mirando las cosas, siempre pensaba en hacer las cosas mejor, y solo por algo de no saber que era, perdí, me convertí otra vez e el culpable, pensando que el inaugurar un día así, podía continuar toda la semana de la misma forma o para no pedir tanto, mejor sería solo una hora más.
Era inorpotuno, y de poca valencia, con algunas heridas y otras sanadas, era cancer, nacido a medio año, con casi uno de retraso en la escolaridad. Era "bueno", era un ser inservible, pero con cosas que hacer, como solo vivir, ni pedía mucho, como era la vida, si solo ya sería conformarme, conformarme con ser siempre el culpable. Era de vela en vela, que caminaba por sobre una llama por ardiente, era de escalón en escalón, que a veces subía a un cielo de mente, pero me caía al cabo del tiempo. Era de vaso en vaso que nunca me terminé de emborrachar, solo sentía la quietud pero alterada por la química en ese cilindro de plastico. Era y ser.

miércoles, 6 de mayo de 2015

Cias si preferirías

Cias

Es esencia
Por no ser creencia
De la inocencia

Cambiando la latencia
Consigues cadencia
De un disparo certero
Hacia la conciencia

Y si la elocuencia
De la violencia
Mata la simple valencia
De nuestra supervivencia
Por ansias de magnificencia

Entre tangencia
Y la malevolencia
De ser un chico que piensa
Tiño de colores
Mi dulce inconsciencia.


Preferiría

Y que te ha de quedar? , medirte las piernas y ver de cuanta fe está separada nuestra alma del suelo.  Ni siquiera entendiste, kilómetros de algas y nada las cortaba.  Te marchas a la torre sin fin y no comias las cosas que se trataban, era simple y basto, no era nada más. Tenias a algo que temias, que raro era verlos ensangrentados de adicción y sin vida más allá de un tono verdoso y simple. En 2 caminos había que dejar los botones botados y mirar como las circulares formas se armonizan de un lado al otro.

Recknoker

Y Salimos de las Sombras