Las etapas que se vivían en la aparente realidad de los días pasados, del desapegos y de tantas manifestaciones que, sin equivocarse algún día iban a llegar. Llegaron, nunca lo creí así, ni cuenta me di pero como todo pasa, y nada nada dura para siempre, el desdén de los nuevos tiempos ya era infructífero, de mi parte para nada, pero el otro porcentaje de preparación, estaba desligado ya, poco se manifestaba y poco tenía en la mente, pasé a otro plano, no era la primera vez que algo así me pasaba pero, esta vez lo era de otra manera. así y sin más todo se volvió negro, el alma, los días del invierno que ya terminaba, los dichos por acá y por allá, los momentos, los recuerdos, el tiempo, las formas, el rostro, los ojos y cada artículo que una vez, o más de alguna vez fue de presumida razón, un punto de encuentro o de recordado valor, ya nada tenía un sentido, no estaba ni estuve, los días eran banales, se sentía el frío pero nada se sentía, estaba roto y desprovisto, caparazón al descubierto, roto por un mazo, ese que se ocupara destrozar los cangrejos al ser hervidos y comidos, pero en este caso, la situación no me había echo morir ni ser hervido, pero sin recaudo, fue que pasó, y pasó y así es la vida, que pasa y pasa. Suena el cliché de algunas cosas que no están, que las miradas tiempo después ya no eran lo mismo, que la rotura de los tiempos hacía no sentir nada, no padecer de dolores más allá del vacío, se sentía tan intranquila la realidad, con un toque de marchas y canciones que nunca olvidé, solo la dejé de lado para otros tiempos, tiempos como esos, tiempos de padecimientos y de casos sin explicación. Las ruinas y las manifestaciones hacían que todo estuviera en sobre cimientos que se hacían añicos cada día más, con cosas por ahí, con lágrimas, con recordados lugares y tiempos, que ya, no, iban a volver. Y así se sigue, el tiempo no para aunque quieras detener los mejores o peores momentos de la vida, la tela del espacio-tiempo me convirtió en algo que nunca imaginé, en otra persona, con los meses y la tan desagradable sensación de de querer algo mejor, fue que protagonicé variados capítulos de cosas que no pasarían y, si, acá se sigue, no sé como detener todo, sabiendo que nada se detiene.
Iba a escribir algo más pero esto salió, habían canciones a las que les tenía temas, pero salió esto, fue y acá está.
martes, 21 de enero de 2020
lunes, 20 de enero de 2020
Bajada y Laguna (1)
La bajada
Así seguimos bajando, cruzando el puente y entre la majestuosa oscuridad y la luz de las estrellas en el cielo, fue que perdíamos de vez en cuando el sendero de verdad, un par de ranas aparecieron, y una que otra lagartija, había vida nocturna. Senderos por acá pero siempre una señal inequívoca de que era por ahí, tres o más piedras planas pero de diferente área, puestas una encima de la otra, y marcaban con cautela un sendero entre las ramas que llegaba a un lugar que, si, la verdad era por ahí.
Así una parte se cortaba y llegabamos a otra, casi no miraba las estrellas, nuestras linternas encandilaban el hermoso cielo.
Laguna El Cepo, primera parte.
Así una parte se cortaba y llegabamos a otra, casi no miraba las estrellas, nuestras linternas encandilaban el hermoso cielo.
Laguna El Cepo, primera parte.
Después de almuerzo, 3 de 5 ya se iban a dormir, el sol pegaba fuerte y las carpas eran hornos, o quizá solo la mía lo era, aún así un compañero durmió ahí casi toda la tarde, después de que me dijera que estaba cansado y no quería todavía ir a recorrer la laguna, mala desición de cada uno, entre las ganas de recorrer, salí por ahí, recorrí de primeras la parte por donde llegamos, después desde un lado de la laguna salía un riachuelo que llevaba a la cascada de donde sacamos agua y llenamos las botellas, fue de las mejores aguas que he tomado, venía pura de la cordillera, filtrada por las rocas y las plantas, sin minerales, que volvían a la tierra, así fue que encontré la ladera que después visitaría. Entonces decidí subir, llegar a las rocas que estaban frente a nosotros, frente a las carpas y la laguna, llegué bien arriba, divisé todo, desde el pantano que estaba frente, donde los caballos pastaban, hasta nuestras carpas del otro lado, un panorama que volví a ver tiempo después pero desde unos cuantos metros más, cuando seguí subiendo, para apreciar cada detalle, sonaba Echoes, después Breathe, o alguna del concierto en Pompeya, el éxtasis de la altura y de conocer, conocer y ver cuanto más había, que ese aunque fuera tanto, era el comienzo de otra caminata que más larga y difícil sería, pero todo valía la pena, el cansancio, el sudor, el calor, la comida, la poca agua, todo, era el momento de libertad más majestuoso, el viento, la vista, los cerros, el nacimiento de todo este río,la vida que vivía por ahí, las rocas, el pasto, el agua que daba vida a los cerros, era un grandioso momento, de esos que pocas veces se sienten, ahí estuve, solitario en la cima del cerro que estaba en la laguna los 2900 msnm que ya habíamos subido desde las 8 horas que nos demoramos en llegar, pero llegamos, y fue una recompensa espiritual, la verdad de las cosas no se aclaró pero inspiraba el aire de nuevos tiempos, desde ver en la noche la luna recorrer de un lado para el otro de los cerros y desaparecer en la noche, hasta ver las estrellas salir, siempre estuvieron ahí, solo escondidas por el sol de cada día.
Seguí en la travesía, bajé un poco, por la parte de atrás,llegué al otro lado del cerro, el que daba la ladera hacía el río Cochiguaz, y para sorpresa, quizá deben haber sido unos 500 m de ladera si un poco más adelante me hacía, una caída libre que, era mejor evitar, escuchaba el viento fuerte soplar y me apoyaba en las rocas para no caer, otro rato me quedé ahí y seguí, me devolví al riachuelo y seguí por ahí, entre las rocas de delante, pasé, le grité a un amigo que justo salía de la carpa, para quizá qué, que me viera, y con incertidumbre me dijo: "¿que hací ahí weón?,", recorro le dije, y seguí mi camino.
Seguí en la travesía, bajé un poco, por la parte de atrás,llegué al otro lado del cerro, el que daba la ladera hacía el río Cochiguaz, y para sorpresa, quizá deben haber sido unos 500 m de ladera si un poco más adelante me hacía, una caída libre que, era mejor evitar, escuchaba el viento fuerte soplar y me apoyaba en las rocas para no caer, otro rato me quedé ahí y seguí, me devolví al riachuelo y seguí por ahí, entre las rocas de delante, pasé, le grité a un amigo que justo salía de la carpa, para quizá qué, que me viera, y con incertidumbre me dijo: "¿que hací ahí weón?,", recorro le dije, y seguí mi camino.
Continuará.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)