domingo, 23 de agosto de 2020

Una incisión en las nubes

"Que las hojas casi secas de las parras, que iban a continuar irremediablemente meciéndose en la nostalgia del olvido", eso decía la canción. Nueva no era, el disco había sido escuchado en vivo por la misma banda, unos cuantos años después de su lanzamiento, cuando fueron a presentarlo al cerro, del mismo nombre que su álbum. Quizá corrió por esos días el "como fue que la canción a pesar de ser la nada de escuchada entre toda la música, era conocida, y tenía un sentido", y creía saber cual era el motivo. 
El resplandor salió de repente, estaba todo el contexto en un motivo casi al 100% familiar, la construcción de una casa más amplia para las mascotas, era el fin de tal reunión, si así se podía llamar, porque más que todo, era una participativa hazaña que tenía un fin bueno para quienes eran, nuestras queridas compañeras. Una, ya de edad, atigrada y con  un morral en su cuello que cubre la enfermedad que no ha parado de crecer. La otra, un cachorro todavía, blanca como la luna, con un cráter atigrado en el ojo derecho. Las dos acompañaban de distinta manera, la; no sé si ellas sabían en por qué estábamos ahí y por qué destruimos su antigua casa para poder ocupar un par de esos palos y reciclar un par de clavos; construcción de su nuevo hogar.
No comenzamos tan temprano ni tan tarde, fuimos al patio y manos a la obra. En el transcurso de la mañana que se hacía tarde y de los minutos que ya se hacían un par de horas, el cielo plomo había colapsado el entorno y hasta un viento de "primavera" había comenzando a fluir. Nos había acompañado, como siempre, el damasco que está desde que llegamos a la casa, ha crecido como todos y cada año nos sorprende como es que, ya hace unas dos o tres semanas, flores han comenzado a erigir de sus ramas y un par de hojas han comenzado a llenar las pocas ramas de un punto en el extremo del árbol. Lo vimos crecer, la verdad no recuerdo cuando era pequeño pero si que estuvo antes de cada ampliación y de cada nuevo integrante, que pasó por varias etapas y hasta estuvo en puntos donde vio su muerte, por "x" motivo que no recuerdo. Entonces mientras miraba el proceso, un par de segundos, contemplé en la infinita realidad, el momento en donde el cielo se abrió, como un cuchillo gigante había transcendido más allá de las nubes y dejado al descubierto por pocos minutos, ese cielo azul que hoy no se vio. Simple y llano. La sensación de ver por minutos el cielo conmovió ese momento, y dejó de increparse con los sentidos que, entre tabla y martillo, había aparecido, que había pospuesto por instantes la realidad de la construcción, fue como el asalto de maravillas en época de hojas casi secas de las parras. 

Entonces percatado de la inmediatez y de lo tan efímero que han sido estos momentos, mantuve la mirada y tomé esta foto del momento. 

Miré a la familia y vi en la realidad ese momento de paz que tanto se espera, es efímero, pero puede sentirse real cuando todo es de una buena manera.

Entonces los olvidos, las recetas, las experiencias, las facultades, los errores, el porvenir, la "aleatoriedad" de esos números que saldrían, el ratón del computador, el rojo del calor y el azul del frío, todo toma forma en un instante tan perdurable, donde se quedaba el alma inscrita para ver el cielo de nuevo, cada vez que lo fuera preciso. Así todo era un poco de música, los clavos que se iban acabando, un par bromas y las perritas dando vuelta por ahí, una que juega con la otra que no la pesca, en personalidades de perros, son totalmente opuestas, pero parecen quererse mucho y odiarse poco, eso es por ahora, no sabemos que será del futuro. 
También dos periquitos rellenaban los sonidos con su cantar, una pareja un poco dispareja, no digo por que no se lleven, sino por la historia de "amor de periquitos" que se tiñó detrás de esa jaula, que les construimos con mi padre para que pudieran volar y moverse, hasta una rama del antes mencionada damasco tiene en su interior. Ahí caminan y viven su vida. El trío, la pareja de colores llamativos y la tercera, blanca como la nieve, comía solitaria o acompañada de la verdesita, la hembra de la pareja. Así estuvieron un par de semanas, casi dos meses, en que de vez en cuando, el aislamiento me era preocupante, pero la naturaleza es así y no podemos cambiarla. Por los dichos de mi padre, el tiempo se acercaba y les construimos dentro, dos cajas de manera para que pusieran su nido y a ver si nuevos integrantes aparecían. Totalmente sorprendidos por el uso de esta, después de unos días, por la pareja que ahí se cobijaría, solo quedaba esperar. Ante toda la espera, un día de esos que no te imaginas, y sin saber por qué, la periquito verde, ya no estaba en nuestra compañía, la pareja ya se había disuelto, y nada podrías pasar. Muerte súbita, eso decía la información más veraz que pudimos encontrar, suele pasarles también decía, la naturaleza nuevamente hacía de las suyas. ¿qué pasará con la nueva pareja?, todavía estamos a la espera.
Ese fue el pensamiento de varios segundos en donde después, el nubarrón cubrió esa incisión en el cielo y solo volvió el viento pseudo-primaveral que habían descrito en un intercambio de palabras anterior.  Así pasó el día, eso decía, cuando se hundía, entre tic tac de las consonantes.

 

lunes, 17 de agosto de 2020

High Hopes

Enseguida después de la seguidilla de artimañas, el inhóspito balance no cobraba razón. Estaban los días desperdigados por  doquier, como si lanzados al aire solo recurrieran a ese fenómeno que algunos solo le llaman entropía, pero que manifestaciones más complejas tiene. En si mismo se fue desperdigando el contexto, cuando no habían días todo seguía de igual manera, cuando no había ánimos nada se detenía, ni cuando era prospero el tiempo, las cosas cambiaban para mejor manera, así ya era probable que nada se llegase a encontrar nuevamente, porque solo todo se fue, como la arena de las manos en la playa desierta del tiempo o como el dióxido de carbono que es ya el residuo de esos momentos en que, nada o todo pasa. 

Y ayer alguien de manera familia preguntaba: "¿qué pasa?", y saben, la respuesta es más grata decirla que sentirla, "nada pasa, eso es lo que pasa". 

De dos vueltas aún los recodos todavía seguían existiendo, carcomiendo el tiempo que no valía la misma porción que valió, así como se estuvo en el cielo, el infierno estaba presente ya de manera diaria como el estruendo del sol apareciendo detrás de las nubes en un día medio soleado, ¿o medio nublado?, como mires el cielo, las respuestas no caerán del infinito, nada aparece de repente, solo la intención de ser estuvo, pero, ¿qué sería después de ya no estar, o de ya no ser?, esa es la verdad, ya no sé ser, no sé que es ser ni que es sentir, ni que fue de esa persona llena de sentimientos que un día bifurcaba los caminos día tras días para poder ver la vida de otra manera, donde el objetivo final era el premio más hermoso de la vida, pero que ahora, se había esfumado de todos los rincones, se quemó por dentro, no cenizas quedaron, ni un corazón dentro, con el alma partida, con las manos inútiles, la mente destinada al fracaso, y donde los malhumorados días eran la representación de la nada que quedaba. Era preciso hacer algo, era preciso preguntarse y huir de las calamidades del propio contexto, pero el camino por la dirección que se tomase estaba cerrado, se caían a pedazos esos ladrillos del muro, donde todo era más verde, era más dulce, era más, siendo que ahora todo es el menos menos de cada menos que antes era, algo. 

Caminaban los pies de un lado al otro en representación de los días, para ver si calmando el andar, todo sería visto de mejor manera, pero ni eso era prudente o reproducible en el contexto del ahora, todo se había perdido en las imágenes de antes. Daba para pensar, pero ¿qué más había que pensar? sí repasar los antiguos tiempos no daba ninguna razón, es más, solo sometido por lo que no fue, fue que, todo se fue más allá de lo que un día, quizá, fue.

He estado esperando el sol nuevo que vulnere cada artimaña de los nuevos días, que quite la razón a tanto pensar y se más actuar, he estado esperando la calamidad que saque de esta tan banal linealidad de los días, donde su continua fluctuación, cree ese campo que agitando las ondas.... la idea se fue.

El sol parece desaparecer del tiempo cuando los días ya no son nada de lo que fueron, pienso siempre en el pasado y, es la peor parte del nuevo futuro. 

[sé que nadie lee todo esto, y menos las van a leer porque solo quedara acá, ni links por redes sociales, ni comentarios que me gustaría que hicieran, ni sentires dentro del corazón, solo un órgano que aprieta y distribuye la sangre, sin sentidos en las brújulas, sin nuevos quehaceres, solo un ser seco por dentro, esperando ser sacado del fondo del mar para conformar la parte que sostiene la vida]

miércoles, 12 de agosto de 2020

Órbita

La reverberación de los segundos ya no era la normalidad, ahora el tiempo era medido en unidades más grandes, para achicar las cifras, en representación de la misma cantidad. Pronunciar el número de segundos de una vuelta al sol, no sería la manera más factible. Así era como se iba el tiempo, la resequedad de los nuevos amaneceres, estaba desprovista de esa necesidad de libertad, en donde la ciudad y las personas, eran de manera habitual, un contexto a extrañar, como nunca nadie lo pensaría.  Así se estipulaban estos nuevos días.
Aunque cambiados de parecer, la misma fecha, la misma posición de nuestro planeta, era presentada nuevamente en los días del calendario, como una repetición cíclica de las necesidades. Cumpleaños, celebraciones, cosas buenas y otras no, se hacían más presentes cuando el paso por este lugar de la ovalada órbita, se acercaba, y al llegar el día, las cosas cambiaban, la espera ardua solo era hasta que sucedía. Después de pasadas las horas, todo era ya pasado, y faltaba esperar otros 365,25 vueltas al sol para estar en la misma posición respecto a nuestro astro mayor. Es así que todo viene y se va. En este pequeño y, cada vez menos verde, planeta que comenzamos a tener la noción, como lo dijo Sagan,  de que la materia cobró conciencia y comenzó a comprender como es que cada cosa del universo se ha formado, como ha evolucionado y a creado nuevos elementos, planetas, figuras, soles, formas, una conjunción de moléculas unidas por infinitesimales fuerzas, que con el tiempo se han descubierto a si mismas en razón de nuevos horizontes y grandes interrogantes. Un resumen de la variedad de formas en la que una palabra tan grande, se puede expresar.  
Entonces en lo implícito de la cotidianidad, las razones de siempre cometían el macabro desvarío de someterse a fuerzas ya pasadas, como si el campo perturbase las limaduras de hierro y atado a un imán, sacudiera el eter invisible de algo que no existe. Una partícula que pasa por sobre todo y solo es albergada por receptores que en ínfima cantidad han de seguir existiendo. Así es como se comportan los sistemas, cada uno con sus propios receptores, su indescifrable entrada y la salida que, dependiendo del contexto, deja entre ver la realidad, esa que acontece a cada segundo, que da vida o mata, que sigue o se queda delante del vacío mirando el cielo negro sin estrellas, donde ni la lejanía de la luz entraría, donde quedaban papeles quemados con frases desechas, y maniobras evasivas que no tuvieron resultado, toda la tropa pereció delante de los ojos negros del día en donde el sol se tornaba otra vez a surcar el cielo, pero ese día, el calor no pegaba ni el hambre carcomía, solo la neutralidad de las barbaridades, era presente y, ni el saludar impetuoso de las amistades vulneraba el desperdicio que acontecería. Era un nuevo fin para el nuevo principio.
Cada columna que acompañaba, formaba un cuadrado con un círculo en su centro, este no tocaba su bordes. Estaba lleno de gente y la venta de zapatos parecía la novedad de ese día, ni el síndrome de parecer, aparecía en aquel instante. El círculo antes nombrado, sirvió de banca en los momentos donde todo palideció. El sol no paraba y los lentes, por lo menos, ocultaban en viceversa la realidad, del sol afuera de ellos y del sentir detrás de los mismos. Una infinita ciudad hubiera sido de verdad esa razón verdadera para perderse, que los días y las noches no fueron nada, que la mitad del tiempo de "relajo" que quedaba se fue convirtiendo en amaneceres nefastos y porvenires cegados.

El quiebre unilateral, que se venía preparando escondido desde hace ya años, fue lanzado un tiempo después, la multitud elevó su voluntad en lucha de las verdaderas razones, de la verdad que tanto se necesita. 

La interacción de nuevas fuerzas, continuaban sin proceder, un estado neutro, como partícula elemental, como neutrino entre los días, cada segundo se fue alargando, cada nuevo anochecer visto desde la ventana, era nada más que el paso de la gravedad representada en luz, y en esa nada de vida que quedaba. Como un asteroide del espacio, dejando la estela de hielo tras el, fue que alejándose del sol todo se aclaró, se encontró en nuevos espacios y nuevas realidades, quizá era la primera vez que tenía el conocimiento de que esta "órbita" era la realidad que seguiría, porque al verse quemado por la radiación del astro mayor, no encontraba una salida de tal macabro escenario. Así el viaje continuaba y se alejaba, disminuyendo su temperatura pero endureciendo su interior, quizá que vendría después de ese fondo negro lleno de puntos lejanos que no veía ni la ínfima percepción de proximidad en ellos. La luz era su única compañía y su alzar interno comprendía tiempo tras tiempo que comenzar a añorar lo que no se ve, era de manera falsa, asumir que algo sucedería, la tela del espacio-tiempo se lo decía, no veía nada a su alrededor, solo esperaba ser sorprendido por viajeros espaciales o quizá una nueva galaxia que descubrir, solo su órbita se lo diría. 

Y salimos de las sombras.