lunes, 11 de septiembre de 2023

Había una vez...

 El clima de la tempestad, soplaba afuera, eran vientos de inquietud, de desapego o de algo que el viento se quería llevar, un clima de la noche, frio y algo despiadado para los puntos del corazón.  Así que ante la personalidad que se descubría, el contagio de las insinuaciones, se hacía presente como un nuevo acontecer que le quitaba la firmeza a la tan seca y desprovista de vida, presencia de las imperfectas pretensiones. Era un tiempo de visualizaciones, de manifestaciones, de queahaceres, de un rutina que empieza, como se le ve preocupada, por lo que hoy no vale nada. Así ante los días que contiuaban sin parar, la bifurcación de los accidentes, mantenía un conglomerado de nuevos creceres, que aumentando de tamaño, continuaban entre lo que ni siquiera sabía que se formaba, un gusto de ojos, de vida, de cabellera, de ese punto álgido en aquella bodega, donde las razones contenían un acontecer que solo quería liberarse, ¿qué sería de ese pronóstico en el futuro no tan distantes?, anteponerse no fue el despliegue, sino que proloferó un tiempo entre las sombras, entre las cajas, entre el hablar calculado en el cual cayó despavorido por el soliloquio en el que sus días se habían convertido, eran nuevos amaneceres, otros mensajes, nuevos conocimientos, un par de accidentes, algunos nuevos trajes, un tiempo de rebordes, con el hilo conductor de la manifestación más hermosa que la vida le había de mostrar en sus tantos cuantos días. 

Así que sorprendido por las instancias, un día de los cuales no tenía una cabida más allá de los presentes, el artilugio de visiones, contempló como fue que él, un ser desprotegido, algo indecifrable, con un manto sin caretas y una visión del plano en donde caminaba, algo diferente a los asistentes a quel lugar, contrajo el cumplido que le daría el inicio a aquella historia, como un accidente en su mente, todo se volvió claro, no podía pensar que era de verdad lo que sucedía, lo que en ese momento ocurría, ¿cómo?, si él era quien era, ni era más, solo vislumbraba con la rareza que aquel cántico de sus labios, contempló un pasaje que no había vivido, un sentir que deslizado por los márgenes de las hojas de aquella calle en subida, con el sol pegando, se convertiría en el principio de un tiempo, de un fulgor, de un alterado contexto donde sacado desde sus cabales, convertíría aquel soliloquio en un punto de verdad, de manifestaciones claras, donde las dudas desaparecerían, donde los besos recubrirían la soledad, para convertirla en fuego, donde el anticuado sistema, convergería en un punto nuerálgico, conglomerado de primaveras, de nuevos amaneceres, de nuevos permisos, de nuevos aconteceres, de nuevas nuevos, de buenas nuevas, era algo no imaginado, algo que seguiría en la vida que, el tanto quería. 

¿Qué sería?, se preguntaba, que era él para parecerle tan, a aquella, a ella, ¿qué fue?, quizá la soltura de las manos, el desapego de una parte de la realidad, el punto de nuevos puntos, el alterado sistema que en su cabeza la hacía suspirar, qué sería, ni él lo sabía, solo estaba presente en el regalo más cautivador que el universo en su magnificencia, le había otorgado, como si de haberse ganado la lotería se hablase, en un punto de nuevos puntos, era el signo de exclamación, uno que sabresalía y lo cobijaría en sus manantiales, donde el calor y los nuevos presagios, harían ver nuevas mañanas, en el pos de sus brazos abiertos a los nuevos consentires, como un cántico de alegorías, como un manantial divino, como un culumpio infinito sostenido por las manos de aquella belleza que un día, un día se convertiría en... nuevos tiempos.