sábado, 26 de septiembre de 2020

Escribiendo 1

El cielo se enraizó y dejó polvoriento ese síntoma que no se quitaba. Las sospechas eran pocas, ya solo quedaba ese sentido de la verdad, de las "cosas buenas", era como el reflejo de lo que tanto se había ocultado. Esperaba llegar a algo así, con la mente clara y las manos gastadas, con el tiempo las variaciones se hicieron más presentes y cada nuevo artilugio en la vida, venia impregnado de ese sentimiento. Las buenas nuevas no traían campanas resonantes, sino un porvenir que había que crear con las piezas presentadas por momentos escritos en, esa tela de vida que pasamos cada segundo. Comprendía que la realidad es así, que cada nuevo horizonte se construía de lado a lado por el actuar, por al razón y ese sazón de verdades que antes, nada de presente estaban. 
Construir un nuevo porvenir llevaría más tiempo del esperado pero, haría que las cualidades salieran a flote antes, que se acrecentaran con aprendizajes de vida, con pérdidas de paradigmas, y nuevos cielos por recrear. Cuando el columpio de la razón estaba en su punto más bajo, su velocidad nula aseguraba por instantes, lo que no se veía en realidad, un pequeño pero nada amargo futuro de días concretos, completos, continuos y llenos de ese sentimiento que nos hace vibrar, sentirnos vivos, llenos de alma, con la seguridad de que los días a pesar de ser "malos", siempre se pueden mejorar, que todo va en nuestra mente y en ese corazón que nos late, día a día, noche a noche y segundo tras otro, con la solo razón de, estar vivos.

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