lunes, 2 de marzo de 2020

Antes de todo, el palpitar quería revelar el futuro. Daba saltos en un momento del viaje matutino, fue dejado de lado por el hecho de no encontrar razón al ser, pero cuando pasaron los tiempos y minutos nuevos surgieron, unos tras otros, para dejar ver el por qué, de un aviso premonitorio, un recuerdo del futuro. Cuando la ventana era la única compañía hacia el destino segundo del día, fue que sucedió, se interpretó como un atisbo de ese pequeño tiempo tan remoto, ahí tan cerca pero en la infinidad del universo, más allá de cuerpos celestes, más allá del rojo, más allá del fondo, allá en la situación, la que se perdió en el nido de calles, con una infinitamente corta visión, donde fuera el palpitar, avisaba lo que sería, algún día tendría que suceder y nadie sabría cuando, nadie sabría. Era predecible.

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