lunes, 8 de enero de 2024

Camino

 Mirando el horizonte tras el muro, donde se conectaba al tierra con el cielo, el manto alegórico, colecionaba los nuevos nichos de viveza a un punto tal que era indescriptible el sentir tan descriptivo de aquella ocasión, como mirarse de cerca tan lejos como el resplandor hiciera parecerse ver. 

Mirando aquellas estrellas en el resplandor del cosmos, en un punto de verdad donde dejarías entrar en los aposentos, las entrañas de las antiguas formalidades, contemplando un ardor en el punto álgido de la sincera correspondencia. Era como un antiguo sentir que seguía intacto, solo carcomido en sus esquinas por esos hechos de intensidad negativa, esos que dejaron un soplido de maneras que no tenían que suceder, como un arrepentimiento en el alma que no dejaba de murmurarse, en cada mañana, en cada encuentro, donde las verdades eran las que siempre fueron, sentires verdaderos, con miedos a ser perdidos, con un nuevo y queriendo que fuera, el próspero futuro que entre las sábanas, las palabras y las alegorias, querían replicar en el nuevo encuentro de los siguientes tiempos. Así entre la noche que se iba, el clamor de las pieles, una pequeña caminata en la naturalidad de la desnudez, se comenzaron a bifurcar los momentos, como si fuera ese tiempo que se acabará, ceñido del amanecer, del para nada afectuoso punto en donde las prosas se terminan, donde las calamidades se aprontan y el nuevo día, desdichado de la separación, continuaba resquebrajando las paridades, aunque no se quisiera, aunque no se esperase, el tiempo se acababa, y esa noche de palabras y pantallas, se convirtió en el encuentro de sus seres, de sus pieles y sus verdades, eran tiempos de gloria, la que no quieres que se acabe, pero, las palabras sobraban ante la dicha que el tiempo les producía, esperaba volver, pero muy clara fueron sus dichos, que para continuar en el regocijo de aquellos brazos, el contexto de su mirada debía dejar de lado lo que tenía, lo que era, y continuar mirando la nueva vida en el crecimiento de sus entrañas, como un ser mejorado, en ese interior que en parte, fue podrido por las equivocaciones de sus actos, de sus andares, así en el tiempo nuevo de sus pergaminos, comenzarían nuevamente el sueño que un día han de haber tenido, mirándose las caras en el sentir de la noche, en el arrebol de la tarde, en las mañanas mágicas, en las manos, en las andanzas, en esas locuras, en esos puntos de su sincera sinceridad, apagando las mentiras, que eran ese punto que, destruyó, el anticipado destino que siempre quisieron construir.


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