viernes, 2 de agosto de 2019

Zwei

Corrían los días, el estrepitoso alarido de los perros en las noches siempre dada la impresión que algo malo estaba ocurriendo o estaba a punto de ocurrir.No habían días en esa semana de tal mal, las sirenas de los siguientes minutos no anunciaban nada bueno de por si, eran de todos los sonidos el que con más clamor ha de querer pasar entre el silencio de la población en donde vivía. El plano de la noche mirado desde la ventana era una calle con una plaza, llena de el frio y ese pasto casi congelado que estas noches de invierno dejaban reposar sobre sus fauces. Comiendo el tiempo la nada se hacía poco, estaba desprovisto dela realidad que los demás sentían, sentado en la mesa como si nada, con nada en la cara ni nada en las manos, la sola vibración del celular apuntaba a que era propicio hacer algo, desarticular las tantas mentiras que habían, desestimar las cuantas pocas verdades de esa noche, eran imperceptible el cambio porque a distancias lejanas no hay mucho que reportar.
El problema del espacio-tiempo es que para cruzar espacio hay que ocupar tiempo, cosa que para nada beneficiosa, degenera ese sentido de realidad, de control que nada permite que se pueda convertir en un tiempo de gracia sin nadie haberlo sabido de sobremanera, porque la intensidad de esta comunicación casi tan evidente ha prolongado y alargado el hecho de que las diversas formas de actuar y hablar, sean cada vez más fáciles pero más discretas.

No hay ideas claras pero hay claros de ideas.

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