domingo, 3 de mayo de 2020

Cero sincero

Caminar, punzón en la mano, atado de boca y con los ojos abiertos, pupilas desgarradas y el pecho sin corazón, de antes que todo fuera, el amanecer todavía estaba lejos, las alcantarillas se llenaban del agua que caía desde el cielo, la negrura de la noche y la ausencia de la luna y las estrellas, harían más fácil la escapada. Él con las piernas ya desechas de correr de acá para allá y de tantos meses preso de su realidad, fue que se levantó, con las últimas fuerzas, el sigilo y la calma no eran aliadas, ya que la poca cautela podría hacer despertar a sus captores. Era de temor infundado cuando las noches de esta noche caían, ni con total seguridad sabía sí saldría vivo de esta, con las manos ensangrentadas por su escape, fue que corrió lo que pudo, atravesar el muro sería la parte más complicada, por su salud y las graves heridas en parte de su cuerpo, no se sentía a gusto, nadie lo haría en realidad, era manera real, una persona inocente, pero las leyes en tiempos de guerra no recurrían en las verdaderas, el clima de su mente solo estaba soleado detrás de la escapatoria que en momento como este lograría. Pensar en casa, en la vida, en sus antiguos refranes, esos por los que era conocido, pensar en la antigüedad fue cosa fácil, ya nada le quedaba sí no se alejaba rápido de aquel lugar. Entorpecido por los charcos y la grandeza de la lluvia que caía, la mediana oscuridad y todo ese poco aliento que no lo detenía, salió del lugar, nadie lo esperaba, hasta raro se le hizo, el que nadie lo esperase, que nada lo hubiera detenido ni alertado a los demás, estaba con la mente clavado en salir, en llegar, en escapar, ¿escapó de verdad?, el sueño lo contuvo y el calor lo comenzó a sacudir, un ardor nada efímero se convirtió en su nueva realidad, la maldad que siempre estuvo se apoderó de sus captores y, como ya nos les servía, es que entorpecidos por la razón, lo quemaron vivo dentro de sus aposentos. Nada nunca se les escapó, nunca nada se les fue, todo estuvo dentro de su mente, ni el ardor ni la escapatoria eran la realidad, solo estuvo meses y meses en una cama en un hospital de un país lejano y sin explicación, donde no se hablaba su lengua ni se usaba su moneda, ni personas eran, ni animales tampoco, seres sin cara se apoderaron de su mente y la usaron para satisfacer una realidad impregnada dentro de ellos, la realidad de una vida llena de violencia.

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