sábado, 6 de junio de 2020

Estepa 1

De sueños pálidos y enrevesadas conversaciones a solas, la tendría la suerte apostada a un 7 pares y medio de números, en donde la "estadística" y los nuevos conocimientos daban a esclarecer lo que se creía ya ganado. Un número tan inmenso de probabilidades, por solo decir que leído en forma matemática seria: "15 sobre 25", el binomio de Newton haría su aparición para dictar ese número de combinaciones posibles, para tan apuesta tan banal y a la vez tan poco precisa, infimamente diría. Pero solo eso era una parte del sistema que convertía cada objeto, obstáculo, onda o partícula, de su ser en un intricado conjunto de calamidades, buenas enseñanzas y cuantiosas historias, en una cobertura de células ordenas. Como no había otro refugio, fue en él donde terminó. El rayo que cayó del cielo aquel día, donde el sol colmaba las fauces, y el suelo brotaba su calor, convirtiendo todo en la resequedad que los nuevos tiempos no querían, pero que proliferaba en tal magnitud, que cuerpos de agua en dicha tierra, escasos han de ser. Primero la buena nueva de un tormentoso invierno, a pesar de las dificultades, el líquido de color transparente era de real necesidad, desperdiciarlo, no era ni buen visto por peces y animales terrestres que miraban de lado a lado. Quizá en su noción no era de total realidad, pero el sol que pegaba fuerte enloquecía por momentos su sed de un cambio. Distraído por la inmensidad de la llanura que cada día miraba y a la lejanía, el corte que del que nada conocía, ni saber donde estar ni  menos donde estaría, el tiempo lo proveía de cuantiosa luz y frutos verdes que crecían un poco más allá, donde se escondía el sol. 
Los pies helados y las nubes caídas, el cielo de color negro, y los pocos puntos a distancias inconmensurables que se veían claramente, solo suponían un nuevo aviso, que la luna saldría del lado derecho de la ventana, entre el marco lateral que salía de cuadrado dela ventana. Se alzaba sobre todo lo que nos era y no nos era prometido, siempre estuvo y siempre estará, por lo menos eso es lo que sé, que todavía no nos chocará o se alejará de nosotros. Impactado por la magnificencia de tal ser nocturno, sabría que desaparecería un día de a poco, y volvería a nacer de la misma luz que se le fue arrebatada, para aparecer en el trazo que circunda la bóveda celeste. De cuerpos celestes llenaba las noches, cuando miraba el pasar desdichado por la pérdida, añorando el futuro, pensando en su presente, viviendo entre lo que se le iba, en la muerte de sus células, en el renacer de otras, y en el crecimiento que volvía como el ciclo de los asteroides, los llevaba de aquí para allá, dejando su estela en acercamiento al sol, nuestra estrella, la que le daba el calor, le daba la sed y le proveía de colores rojizos todos los días por las tardes y de alarmantes amaneceres en la lejanía de la estepa en donde podía sostener sus manos al cielo y agradecerle cada segundo que se fue, cada minuto que llegó y cada nueva hora que vendrá, por los poros saldrían sus sales, por su nariz el dióxido de carbono que era llevado por la sangre hacía los pulmones y que fuera reemplazado por el oxígeno vital que los ya cada vez menos árboles daban. En su punto de vista,la totalidad del verdor de las estepas se había ido, el desconocía los verdes prados del otro lado de la linea que no terminaba jamás. Eran comienzos y futuros, se preguntaba cada mañana después de todo el día anterior, el nuevo paso que daba, estaría bien, sería mejor o un nuevo día sería la oportunidad de percibirlo de otra manera,  será total así, sería posible volver tanto el atrás que cambiar el destino sería tal que nada de la nada, tuviera la misma forma, sin nada en que pensar, pensaba en las realidades que no conocía, veía  los puntos nocturnos y el polvo estelar que cubría todo, la majestuosa imagen del nuevo cielo de cada nueva noche.

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