martes, 19 de abril de 2022

DPC 3

 Así como si todo ya estuviera estípulado, las formas les convergieron en nuevos días. Se tornaron de besos a escondidas, de miedos en las entrada recurrentes a aquel lugar, de los asistentes, trabajadores les llaman. Ellos dos, ocultos entre las variables que atendían los nuevos días, fueron desarrollando ese gusto por el conocer completo del otro, por una piel oculta trás la ropa, por un mensaje entre los resoplidos de la rápida respiración, como si fuera el aire mismo, el contexto que separaba los labios en esos momentos tan agitados, donde las formas les brindaban el placer tan ansiado, el querer que tenían en la mente, ese gustito del por el otro, ese que no se saciaba, porque despúes del primer encuentro, las ánsias por el ser mismo, unido por la sexualidad de sus seres, era el querer más anhelado. Así mismo entre las sábanas, los colores ténues, el temor a esa realidad que tenían antes prevista, la singularidad de la que ya no podían escapar, fue como la gravedad, los hacía tender a acercarse, a mirarse, a no dejarse, a quererse más y más, eran tiempos de buenos tiempos, de buenos momentos, de sus manos en el cuello de ella, en conjunto de los labios unidos por el gusto de sus besos, las manos entrelazadas y esos gestos tan únicos, que admirados por las sombras que sus cuerpos producian al danzar, fabricaron el amor entre los constantes golpes de sus cuerpos, en donde los gemidos y las variaciones de velocidad, contemplaban el placer que deseaban entregar al otro. Eran días de ti, le decía él, eran tiempos de nosotros, le decía ella. como si unidos por el espacio-tiempo, sus vidas estuvieran destinadas a encontrarse, mirándose entre los átomos de sus cuerpos, entre el vacio estelar, entre el calor disipado, pero ellos dos, que frotando su amor contra el otro, producían el querer anhelado, creando esa temperatura que les subía los humos, que los hacía volar, que los hizo revivir, desde la muerte tan implacable y para nada gustosa, de sus antiguos contextos, transformándose en principal actor, el amor, ese que le cambió la verdad, los placeres, las nuevas vivencias y los nuevos días. Desde su pasado punto final, hasta el hasta el presente tan real, las formas se han ido, se han venido, lágrimas han aparecido, verdades y esa sinceridad que desde un principio los caracterisó. Así cuando estaban las cosas en diferentes planos, nada les cambiaba el parecer de sus corazones. Estaban preplejos antes el retumbar de sus corazones, los miraban, poseidos por el amor, por la franqueza y la enseñanza de sus palabras. Estaba todo tan predispuesto, que sus intenciones eran las mismas, que sus realidades a pesar de su distinguible diferencia, estaban siempre próximas a encontrarse, mirarse, amarse, quererse y por sobre el día a día y las personas adyacentes, que solo eso eran, se deseaban y se respetaban. Valores tan intrínsecos, que encontrarlos, tiene el mayor valor de la vida, una realidad que fuera el tiempo mismo, que fuera tiempo y fuera espacio, que fuera ella con él y él con ella. Los dos, juntos entre los recobecos de la ciudad, ocultos de las miradas pero llenos de ganas de mirarse, desnudos en la lejanía de la sociedad, adorando su dulzura y sus latidos, donde sus corazones, formaron solo uno, un corazón de amor.

[Sigue quedando mucho]

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